Ramachandran y su libro “phantoms in the brain” (excelente)
¿Cuántas veces, al mirarnos en el espejo, pensamos si los demás nos verán de la misma manera que nosotros mismos? ¿Cuántas veces intentamos vernos “desde fuera” como para tener una visión más objetiva? ¿Nunca sintieron que distorsionaban la imagen de un rostro, que la veían de una manera totalmente nueva? (hay drogas que estimulan esta distorsión, quizá luego mencione algo de esto).
La –buena- noticia del día es que nunca tendremos esa visión objetiva de nuestro cuerpo. La imagen que tenemos de nosotros –como veremos más adelante- es totalmente maleable, absolutamente susceptible a ser modificada. Puede mutar, puede absorber como propias cosas del entorno, puede negar que otras partes existan; en fin, que está totalmente abierta a dar y a recibir, a borrar y a dibujar.
Primero algo muy obvio, pero que vale la pena mencionar: la imagen que armamos de nosotros mismos claramente tiene que estar basada en mecanismos distintos a los que usamos para armar la imagen de los demás, esto es evidente por varias razones. Cuando armamos la imagen de otra persona nos basamos puramente en información visual (excepto, claro está, que sea tu pareja); en cambio al armar nuestra imagen tenemos un fuerte componente táctil y propioceptivo, aunque también un poco de feedback visual para algunas partes del cuerpo (no para la cara, que sólo la vemos frente a un espejo en momentos casi estáticos, sin gestos ni miradas).
Ejemplo: si cierro los ojos en este momento, ya no puedo ver la mano de la persona que tengo al lado, no puedo tener ni una mínima idea de cómo es; pero si apoyo mi mano sobre la mesa tendré una información táctil (el frío que sienta sobre la palma de mi mano) que me permitirá inferir los atributos de mi propia mano y podré tener una imagen de la misma (claro que sin colores, pero sí sabré el tamaño, la forma y la textura).
En resúmen, cuando nos sentimos a nosotros mismos estamos integrando información táctil y visual, mientras que cuando sentimos a los demás, generalmente sólo estamos frente a información visual (aunque evidentemente lo más lindo es cuando hay otros sentidos involucrados!).
Bueno, sentir que algo pertenece a nuestro cuerpo es sólo una cuestión de sincronía entre lo que vemos y lo que sentimos a nivel táctil. Sí, es así nomás, si vemos algo y simultáneamente lo sentimos (siempre que el patrón temporal sea complejo), entonces en nuestro cerebro se infiere que nos pertenece. Lo mismo pasa si hay sincronía entre dos estímulos táctiles.
Un experimento que pueden hacer hoy mismo en casa: nos sentamos frente a una mesa y apoyamos una mano de goma sobre la misma (se consigue en cualquier casa de cotillón). Nuestra mano queda también apoyada sobre la mesa (justo detrás de la mano de goma) pero tapada con algún cartón (es importantísimo que no se vea la mano real, sólo hay que mirar la de goma). Le pedimos a un amigo que golpee con algun lápiz nuestra mano y que A LA VEZ golpee la mano de goma. Después de unos segundos vamos a sentir como si el golpe viniese de la mano de goma (y no de la nuestra). O sea, internalizamos esa mano de goma, la hacemos nuestra, sólo porque la información visual es sincrónica con la táctil. Vemos que hay un lápiz golpeando sobre la mano de goma y en el mismo momento sentimos algo en la piel (tienen que ser muchos golpecitos, sin un ritmo regular y siempre a la vez). Aunque parezca ridículo pensar que esa mano de goma es nuestra mano, nuestro cerebro sí que le asigna la sensación a ella, porque esa sincronía no puede aparecer aleatoriamente, necesita una explicación.
Esa sincronía evidentemente es lo único que se necesita en este caso para internalizar un objeto como parte de nuestro cuerpo (de hecho parece que también funciona con cosas mucho más ridículas y lejanas que una mano de goma).
Bueno, ya se podrán imaginar los miles de experimentos que se pueden hacer al respecto (se puede cambiar el tamaño que percibimos de nuestro cuerpo modificando el tipo de golpe en la mano virtual respecto al de la mano real, la forma, todo). Yo me metí en simulaciones de realidad virtual para distorsionar la sensación de mi brazo, y les juro que es muy fuerte lo que se siente, realmente te cambia toda la percepción.
En palabras de ramachandran: “the mechanisms of perception are mainly involved in extracting statistical correlations from the world to create a model that is temporary useful”
Con estos y otro experimentos podríamos pensar que en el cerebro de un tenista la raqueta seguramente forme parte de su brazo, o lo mismo con un violinista y su violín. Así como incorporamos a nuestro cuerpo cosas externas, también podemos negar que ciertas partes del cuerpo existen (prometo para otro día estos experimentos, son geniales).
Otro ejemplo divertido es que si yo toco la nariz de otra persona (con los ojos cerrados) y SIMULTANEAMENTE me tocan a mi la nariz, voy a sentir que estoy tocando mi propia nariz con mis dedos, y si la persona estaba sentada a un metro…entonces paso a sentir mi nariz como algo muy grande! De nuevo: no puede ser coincidencia que justo cuando yo toco algo, lo sienta en mi propia nariz, así que debo ser yo el que me estoy tocando, y entonces –anque sea ridículo- la concluisión es que mi nariz mide un metro.
El cerebro entiende que estas sincronías no podrían ser obra del azar, así que busca sus explicaciones…por más raritas que sean…
Ahora, para terminar les hago una pregunta ¿no les recuerda todo esto a lo que hablábamos en otro artículo acerca del síndrome de Capgras? En el caso de la imagen del cuerpo, vemos que cuando dos estímulos pasan a ser sincrónicos, el cerebro busca explicaciones que, para la mente racional, pueden sonar absurdas (tengo una mano de goma, mi nariz mide un metro). Pero todo sea por explicar algo que muy difícilmente sea obra del azar.
Ahora bien, en el síndrome de capgras veíamos que, cuando algo que siempre fue sincrónico de golpe deja de serlo (la activación límbica y visual de la cara de un padre), ocurre que el cerebro busca también una explicación por más absurda que sea (mi papá es un alien). En este caso lo que no se toleró es la falta de una coherencia que había estado siempre.
Pensando en ambas situaciones vemos que la ruptura de una sincronía fuerte o la aparición de una sincronía inesperada generan las explicaciones más absurdas en nuestro cerebro. La estadística le gana a la razón.
Sincronías en la cabeza, vaya importancia. Una sinfonía así me recuerda a la visión del mundo que tenían los de la secta pitagórica: creían que los planetas, mientras se movían, generaban ondas musicales, y que todo el universo era una gran orquesta. Ya que estamos les recomiendo un libro exquisito "Zero: the biography of a dangerous idea".
Veamos algo del feedback visual asociado al dolor. Los pacientes que tienen amputado un brazo, muchas veces siguen sintiéndolo. A esto se le llama un “miembro fantasma”. El brazo no está, pero la sensación sí (en otro artículo podemos explicar porqué aparece esta sensación tan extraña). Aparte de la impresión de que el brazo está presente, estos pacientes también pueden sentir fuertes dolores o una intensa sensación de inmovilidad (sensaciones fantasma). Pero estos dolores son muy fáciles de engañar: desaparecen con sólo generarles a los pacientes la ilusión visual de que tienen un brazo y que se mueve como ellos quieren. Explico brevemente el sistema: se ponen unos espejos sobre una mesa, el paciente pone su mano real (la que no fue amputada) de un lado y del otro lado pone su mano fantasma (sí, la pueden colocar donde quieran, la sienten como si estuviese ahí). Ahora bien, en el lado donde tiene el brazo fantasma aparece reflejada la imagen especular de su brazo real (por la presencia del espejo), entonces el paciente está “viendo” su brazo fantasma.. Ahí es cuando se les pide a los pacientes que hagan movimientos sincrónicos entre su mano real y su mano fantasma (que muevan los brazos a la vez). Como el paciente efectivamente ve los movimientos sincrónicos en ambas manos, y esto es lo que su corteza promotora también está ordenando, desaparece el dolor, desaparece la incongruencia (para una determinda orden promotora, antes no aparecía el feedback visual que correspondía, ahora sí). Con el feedback visual se le hace cara al fantasma y desaparece el dolor. Es como las fábulas chinas: hay que enfrentarse al fantasma siempre, aunque en principio parezca paradójico, es la única manera de que desaparezca.
Así de fácil se engaña a nuestro cerebro. Así de poco real es el dolor. Así de poco real es todo.
Otro día les cuento unos experimentos que se hicieron con la percepción del cuerpo en las anoréxicas (con realidad virtual), otras cosas graciosas del fetichismo de los pies, la explicación de los miembros fantasmas, etc.
Aparte quería contarles sobre la relación entre la imaginación del futuro y la memoria del pasado (parece que se dan en la misma zona del cerebro).
- Demis Hassabis, Dharshan Kumaran, Seralynne D. Vann, and Eleanor A. MaguirePatients with hippocampal amnesia cannot imagine new experiencesPNAS 2007 104: 1726-1731;
- Karl K. Szpunar, Jason M. Watson, and Kathleen B. McDermottNeural substrates of envisioning the futurePNAS 2007 104: 642-647;
Y ojalá me acuerde cuando vuelva a Baires de escribirles sobre esos experimentos de Pavlov que alguna vez les mencioné. Están totalmente relacionados con esto de las incongruencias (en esos experimentos se ve que la falta de coherencia entre la asociación de dos estímulos provoca literalmente locura).
Recién estaba pensando en esa cosa tan divertida que ocurre con los niños cuando se tapan los ojos y creen que nadie los ve. ¿ocurrirá por algo relacionado al desarrollo de la imágen del cuerpo en nuestro cerebro?
Adeu, nos vemos en breve.
¿Cuántas veces, al mirarnos en el espejo, pensamos si los demás nos verán de la misma manera que nosotros mismos? ¿Cuántas veces intentamos vernos “desde fuera” como para tener una visión más objetiva? ¿Nunca sintieron que distorsionaban la imagen de un rostro, que la veían de una manera totalmente nueva? (hay drogas que estimulan esta distorsión, quizá luego mencione algo de esto).
La –buena- noticia del día es que nunca tendremos esa visión objetiva de nuestro cuerpo. La imagen que tenemos de nosotros –como veremos más adelante- es totalmente maleable, absolutamente susceptible a ser modificada. Puede mutar, puede absorber como propias cosas del entorno, puede negar que otras partes existan; en fin, que está totalmente abierta a dar y a recibir, a borrar y a dibujar.
Primero algo muy obvio, pero que vale la pena mencionar: la imagen que armamos de nosotros mismos claramente tiene que estar basada en mecanismos distintos a los que usamos para armar la imagen de los demás, esto es evidente por varias razones. Cuando armamos la imagen de otra persona nos basamos puramente en información visual (excepto, claro está, que sea tu pareja); en cambio al armar nuestra imagen tenemos un fuerte componente táctil y propioceptivo, aunque también un poco de feedback visual para algunas partes del cuerpo (no para la cara, que sólo la vemos frente a un espejo en momentos casi estáticos, sin gestos ni miradas).
Ejemplo: si cierro los ojos en este momento, ya no puedo ver la mano de la persona que tengo al lado, no puedo tener ni una mínima idea de cómo es; pero si apoyo mi mano sobre la mesa tendré una información táctil (el frío que sienta sobre la palma de mi mano) que me permitirá inferir los atributos de mi propia mano y podré tener una imagen de la misma (claro que sin colores, pero sí sabré el tamaño, la forma y la textura).
En resúmen, cuando nos sentimos a nosotros mismos estamos integrando información táctil y visual, mientras que cuando sentimos a los demás, generalmente sólo estamos frente a información visual (aunque evidentemente lo más lindo es cuando hay otros sentidos involucrados!).
Bueno, sentir que algo pertenece a nuestro cuerpo es sólo una cuestión de sincronía entre lo que vemos y lo que sentimos a nivel táctil. Sí, es así nomás, si vemos algo y simultáneamente lo sentimos (siempre que el patrón temporal sea complejo), entonces en nuestro cerebro se infiere que nos pertenece. Lo mismo pasa si hay sincronía entre dos estímulos táctiles.
Un experimento que pueden hacer hoy mismo en casa: nos sentamos frente a una mesa y apoyamos una mano de goma sobre la misma (se consigue en cualquier casa de cotillón). Nuestra mano queda también apoyada sobre la mesa (justo detrás de la mano de goma) pero tapada con algún cartón (es importantísimo que no se vea la mano real, sólo hay que mirar la de goma). Le pedimos a un amigo que golpee con algun lápiz nuestra mano y que A LA VEZ golpee la mano de goma. Después de unos segundos vamos a sentir como si el golpe viniese de la mano de goma (y no de la nuestra). O sea, internalizamos esa mano de goma, la hacemos nuestra, sólo porque la información visual es sincrónica con la táctil. Vemos que hay un lápiz golpeando sobre la mano de goma y en el mismo momento sentimos algo en la piel (tienen que ser muchos golpecitos, sin un ritmo regular y siempre a la vez). Aunque parezca ridículo pensar que esa mano de goma es nuestra mano, nuestro cerebro sí que le asigna la sensación a ella, porque esa sincronía no puede aparecer aleatoriamente, necesita una explicación.
Esa sincronía evidentemente es lo único que se necesita en este caso para internalizar un objeto como parte de nuestro cuerpo (de hecho parece que también funciona con cosas mucho más ridículas y lejanas que una mano de goma).
Bueno, ya se podrán imaginar los miles de experimentos que se pueden hacer al respecto (se puede cambiar el tamaño que percibimos de nuestro cuerpo modificando el tipo de golpe en la mano virtual respecto al de la mano real, la forma, todo). Yo me metí en simulaciones de realidad virtual para distorsionar la sensación de mi brazo, y les juro que es muy fuerte lo que se siente, realmente te cambia toda la percepción.
En palabras de ramachandran: “the mechanisms of perception are mainly involved in extracting statistical correlations from the world to create a model that is temporary useful”
Con estos y otro experimentos podríamos pensar que en el cerebro de un tenista la raqueta seguramente forme parte de su brazo, o lo mismo con un violinista y su violín. Así como incorporamos a nuestro cuerpo cosas externas, también podemos negar que ciertas partes del cuerpo existen (prometo para otro día estos experimentos, son geniales).
Otro ejemplo divertido es que si yo toco la nariz de otra persona (con los ojos cerrados) y SIMULTANEAMENTE me tocan a mi la nariz, voy a sentir que estoy tocando mi propia nariz con mis dedos, y si la persona estaba sentada a un metro…entonces paso a sentir mi nariz como algo muy grande! De nuevo: no puede ser coincidencia que justo cuando yo toco algo, lo sienta en mi propia nariz, así que debo ser yo el que me estoy tocando, y entonces –anque sea ridículo- la concluisión es que mi nariz mide un metro.
El cerebro entiende que estas sincronías no podrían ser obra del azar, así que busca sus explicaciones…por más raritas que sean…
Ahora, para terminar les hago una pregunta ¿no les recuerda todo esto a lo que hablábamos en otro artículo acerca del síndrome de Capgras? En el caso de la imagen del cuerpo, vemos que cuando dos estímulos pasan a ser sincrónicos, el cerebro busca explicaciones que, para la mente racional, pueden sonar absurdas (tengo una mano de goma, mi nariz mide un metro). Pero todo sea por explicar algo que muy difícilmente sea obra del azar.
Ahora bien, en el síndrome de capgras veíamos que, cuando algo que siempre fue sincrónico de golpe deja de serlo (la activación límbica y visual de la cara de un padre), ocurre que el cerebro busca también una explicación por más absurda que sea (mi papá es un alien). En este caso lo que no se toleró es la falta de una coherencia que había estado siempre.
Pensando en ambas situaciones vemos que la ruptura de una sincronía fuerte o la aparición de una sincronía inesperada generan las explicaciones más absurdas en nuestro cerebro. La estadística le gana a la razón.
Sincronías en la cabeza, vaya importancia. Una sinfonía así me recuerda a la visión del mundo que tenían los de la secta pitagórica: creían que los planetas, mientras se movían, generaban ondas musicales, y que todo el universo era una gran orquesta. Ya que estamos les recomiendo un libro exquisito "Zero: the biography of a dangerous idea".
Veamos algo del feedback visual asociado al dolor. Los pacientes que tienen amputado un brazo, muchas veces siguen sintiéndolo. A esto se le llama un “miembro fantasma”. El brazo no está, pero la sensación sí (en otro artículo podemos explicar porqué aparece esta sensación tan extraña). Aparte de la impresión de que el brazo está presente, estos pacientes también pueden sentir fuertes dolores o una intensa sensación de inmovilidad (sensaciones fantasma). Pero estos dolores son muy fáciles de engañar: desaparecen con sólo generarles a los pacientes la ilusión visual de que tienen un brazo y que se mueve como ellos quieren. Explico brevemente el sistema: se ponen unos espejos sobre una mesa, el paciente pone su mano real (la que no fue amputada) de un lado y del otro lado pone su mano fantasma (sí, la pueden colocar donde quieran, la sienten como si estuviese ahí). Ahora bien, en el lado donde tiene el brazo fantasma aparece reflejada la imagen especular de su brazo real (por la presencia del espejo), entonces el paciente está “viendo” su brazo fantasma.. Ahí es cuando se les pide a los pacientes que hagan movimientos sincrónicos entre su mano real y su mano fantasma (que muevan los brazos a la vez). Como el paciente efectivamente ve los movimientos sincrónicos en ambas manos, y esto es lo que su corteza promotora también está ordenando, desaparece el dolor, desaparece la incongruencia (para una determinda orden promotora, antes no aparecía el feedback visual que correspondía, ahora sí). Con el feedback visual se le hace cara al fantasma y desaparece el dolor. Es como las fábulas chinas: hay que enfrentarse al fantasma siempre, aunque en principio parezca paradójico, es la única manera de que desaparezca.
Así de fácil se engaña a nuestro cerebro. Así de poco real es el dolor. Así de poco real es todo.
Otro día les cuento unos experimentos que se hicieron con la percepción del cuerpo en las anoréxicas (con realidad virtual), otras cosas graciosas del fetichismo de los pies, la explicación de los miembros fantasmas, etc.
Aparte quería contarles sobre la relación entre la imaginación del futuro y la memoria del pasado (parece que se dan en la misma zona del cerebro).
- Demis Hassabis, Dharshan Kumaran, Seralynne D. Vann, and Eleanor A. MaguirePatients with hippocampal amnesia cannot imagine new experiencesPNAS 2007 104: 1726-1731;
- Karl K. Szpunar, Jason M. Watson, and Kathleen B. McDermottNeural substrates of envisioning the futurePNAS 2007 104: 642-647;
Y ojalá me acuerde cuando vuelva a Baires de escribirles sobre esos experimentos de Pavlov que alguna vez les mencioné. Están totalmente relacionados con esto de las incongruencias (en esos experimentos se ve que la falta de coherencia entre la asociación de dos estímulos provoca literalmente locura).
Recién estaba pensando en esa cosa tan divertida que ocurre con los niños cuando se tapan los ojos y creen que nadie los ve. ¿ocurrirá por algo relacionado al desarrollo de la imágen del cuerpo en nuestro cerebro?
Adeu, nos vemos en breve.
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