El coloreado alfabeto de Vladimir

¿Recuerdan el artículo que puse sobre las sinestesias? Bueno, estoy en este momento leyendo la autobiografía de Nabokov y me encuentro con estos bellísimos párrafos:

“Además de todo esto, presento un magnífico caso de audición coloreada. Quizás «audición» no sea del todo exacto, ya que la sensación de color parece ser producida por el acto de formar oralmente una letra determinada mientras imagino su perfil. La a larga del alfabeto inglés (y más adelante seguiré refiriéndome a este alfabeto, a no ser que diga expresamente que no es así) tiene para mí el color de la madera a la intemperie, mientras que la a francesa evoca una lustrosa superficie de ébano. Este grupo negro también incluye la g sonora (caucho volcanizado) y la r (un trapo hollinoso en el momento de ser rasgado). De los blancos se encargan el color gachas de avena de la n, el flexible tallarían de la l, y el espejito manual con montura de marfil de la o. Me desconcierta mi on francés, que veo como la desbordante tensión superficial del achohol en un vaso pequeño. Pasando al grupo azul, aparece la acerada x, el nubarron z, y la huckleberry k. Como entre sonido y forma existe una sutil interacción, veo la q más parda que la k, mientras que la s no tiene el azul claro de la c, sino una curiosa mezcla de azul celeste y nácar. Los tonos adyacentes no se mezclan, y los diptongos no tienen colores propios, a no ser que estén representados por un único carácter en algún otro idioma (así la letra gris-vellosa, tricorne, que representa en ruso el sonido sh, una letra tan antigua como los juncos del nilo, influye en su representación inglesa).
Me apresuro a completar mi lista antes de que me interrumpan. En el grupo verde están la f, hoja de aliso; la p, manzana sin madurar; y la t, color pistacho. Para la w no tengo mejor fórmula que el verde apagado, parcialmente combinado con el violeta. Los amarillos abarcan diversas es e íes, la cremosa d, la oro brillante y y la u, cuyo valor alfabético sólo puedo expresar diciendo que es «latón con brillo oliváceo». En el grupo de los pardos están el intenso tono de caucho de la g sorda, la j, algo más páida, y la h, gris cordon de zapatos. Finalmente, entre los rojos, la b tienen el tono que los pintores llaman siena tostada, la m es un pliegue de franela rosa, y hoy en día he podido encajar perfectamente la v con el rosa cuarzo del dictionary of colour de Marez y Paul. La palabra que significa arco iris, un arcoiris primario y decididamente fangoso, en mi idioma particular es casi impronunciable kzspygv. Sengún tengo entendido, el primer autor que estudió a la audition coloreé fue un médico albino de Erlangen, en 1812.
Las confesiones de un sinesteta deben de sonar tediosas y ostentosas para quienes están protegidos de tales filtraciones y corrientes de aire por murallas más sólidas que las mías. Para mi madre, sin embargo, todo esto era completamente normal. Esta cuestión se planteó, un día de mi séptimo año, mientras utilizaba distraídamente un montón de los viejos cubos del alfabeto para construir una torre. Sin darle importancia, le comenté a mi mamá que ningún cubo tenía el color que le correspondía. Entonces descubrimos que algunas de las letras de ella tenían el mismo color que las mías, y que, además, ella también se sentía afectada óptimamente por las notas musicales.”

¿La exquisita imaginación vs. la cruda realidad? ¿o una cruda imaginación que tapa la exquisita realidad?

Primero un texto de Proust de "los placeres y los días":

“La ambición embriaga más que la gloria; el deseo florece, la posesión marchita todas las cosas; es mejor soñar la vida que vivirla, aunque vivirla sea también soñarla, pero menos misteriosamente y a la vez menos claramente, en un sueño oscuro y pesado, semejante al sueño difuso en la débil conciencia de los animales que rumian. Las obras de Shakespeare son más bellas vistas en el cuarto de trabajo que representadas en el teatro. Los poetas que han creado a las enamoradas imperecederas no han conocido, en muchos casos, más que vulgares criadas de mesón, mientras que los voluptuosos más envidiados no saben en absoluto concebir la vida que llevan, o mejor dicho que los lleva. Conocí a un niño de diez años, de salud enclenque y de imaginación precoz, que había puesto en una niña mayor que él un amor puramente cerebral. Se pasaba horas en la ventana para verla pasar, lloraba si no la veía, lloraba más aún cuando la había visto. Pasaba con ella muy raros y muy breves momentos. Dejó de dormir, de comer. Un día se tiró por la ventana. Al principio creyeron que le había decidido a morir la desesperación de no estar nunca junto a su amiga. Pero se supo que, por el contrario, acababa de hablar mucho tiempo con ella y que había estado muy amable con él. Entonces se supuso que el muchacho había renunciado a los días insípidos que le quedaban por vivir después de aquel embeleso que quizá nunca más se repetiría. De las frecuentes confidencias que hiciera en otro tiempo a un amigo se dedujo que sentía una decepción cada vez que veía a la soberana de sus sueños; pero en cuanto ella se alejaba, la fecunda imaginación del muchacho devolvía todo su poder a la niña ausente, y tornaba a desear verla. Cada vez intentaba atribuir a la imperfección de las circunstancias la razón accidental de su decepción. Después de aquella entrevista suprema en la que, con su fantasía ya hábil, había llevado a su amiga hasta la alta perfección de la que su naturaleza era capaz, comparando atribulado esta perfección imperfecta con la perfección absoluta de que él vivía, de que él moría, se tiró por la ventana. De la caída se quedó idiota y vivió mucho tiempo, conservando de aquélla el olvido de su alma, de su pensamiento, de la palabra de su amiga, con laque se encontraba sin verla. L a muchacha, pasando sobre súplicas y amenazas, se casó con él y murió varios años después sin haber logrado que la reconociera. La vida es como esta muchacha, la soñamos y la amamos por soñarla. No hay que intentar vivirla: se arroja uno, como el muchacho, en la necedad, no de una vez, pues en la vida todo se va degradando por matices insensibles. Pasados diez años, no reconocemos nuestros sueños, renegamos de ellos, vivimos, como un buey, para la hierba que podemos pacer en el momento. ¿Y quién sabe si de nuestras nupcias con la muerte podrá nacer nuestra consciente inmortalidad?”

Marcel Proust “Los placeres y los días”

(recuerden el artículo de Schultz parte II)

Y ahora algo que leí en una nota del diario el país, el 13 de mayo del 2007. Era una nota sobre Ernesto Sempere, un condenado a prisión por el régimen franquista. Me impresionó mucho este pequeño comentario:

"En septiembre de 1940 le trasladaron a la cárcel de Valdenoceda (Burgos), donde recientemente fueron exhumados los cuerpos de 156 republicanos que murieron de hambre y de frío en la prisión. Sempere volvió a librarse por su juventud. Sobrevivió porque tenía 18 años y porque por las noches "soñaba con pan". En diciembre de 1948 le concedieron la libertad condicional."

¿Se imaginan a las ensoñaciones como sustituto de la realidad en cuanto a las necesidades fisiológicas? ¿puede tener tanta fuerza un sueño como para que incluso nuestro cuerpo no muera de hambre?

Al leer esto y lo de Proust, también me vienen a la cabeza unos experimentos de Ellen Langer (que misteriosamente no los encontré publicados en ninguna revista científica...pero bueno, vamos a darle crédito igualmente). Estos experimentos consistían en llevar a un grupo de gente grande a una casita de campo que mimificaba una casa en los años 50 (época en la que ellos eran jóvenes). La casa tenía toda la escenografía cincuentosa: revistas de "Life" de esos años, la música de moda, las marcas de las cosas; en fin, todo el ambiente era una buena escenografía de los cincuenta (un viaje sensorial al pasado). La cuestión es que esta gente, luego de estar unos días en esta casita fifty, rejuvenencía en cuanto a sus parámetros fisiológicos: las hormonas, las articulaciones, el ritmo cardíaco, todo pasaba a tener valores más aproximados a los niveles medios de gente más jóven. O sea que EL RECUERDO de una época no se quedó en el cerebro, viajó hasta las glándulas, hasta los huesos, hasta todo el cuerpo! qué potencia, ¿no? La memoria como manera también de controlar el estado fisiológico (como lo del "sueño de pan" del prisionero). Ya hablamos de probar lo de la casa cincuentosa en realidad virtual.

Imaginación, ensoñaciones, recuerdos,...¿hasta dónde llegan? ¿Pueden mimificar tan bien la realidad como para llegar a operar en nuestro cuerpo? ¿qué pasa en el cerebro? ¿los circuitos son similares a los activados en una situación real? Y si no son exactamente iguales, ¿cuál es la intersección?. Estas imaginaciones, ¿inhiben la percepción del momento presente? ¿o se superponen con ella?


Salirse del cuerpo

Si quieren leer sobre "out of the body experiences" (experiencias donde la persona se sale de su cuerpo) vean los trabajos de Olaf Blanke http://lnco.epfl.ch/Jahia/site/lnco/op/edit/pid/58552

Miren el primer trabajo del 2005 ("speaking with one´s self"). En este trabajo relacionan los hallazgos neurológicos con las experiencias místicas de la kabbalah respecto a las experiencias de "out of the body".

http://lnco.epfl.ch/webdav/site/lnco/users/149176/public/8.Arzy%20S,%20Idel%20M,%20Landis%20T,%20Blanke%20O.%20(2005)%20Speaking%20with%20one's%20self.%20J%20Consciousness%20Studies%2012:4-30.pdf
(copien y peguen la dir)

Lo estoy leyendo ahora, es imperdible la técnica que tenían los místicos para sentirse fuera del cuerpo (en la página 9).

Nuestro cuerpo en nuestra mente: ¿qué vemos cuando nos vemos?

Ramachandran y su libro “phantoms in the brain” (excelente)

¿Cuántas veces, al mirarnos en el espejo, pensamos si los demás nos verán de la misma manera que nosotros mismos? ¿Cuántas veces intentamos vernos “desde fuera” como para tener una visión más objetiva? ¿Nunca sintieron que distorsionaban la imagen de un rostro, que la veían de una manera totalmente nueva? (hay drogas que estimulan esta distorsión, quizá luego mencione algo de esto).
La –buena- noticia del día es que nunca tendremos esa visión objetiva de nuestro cuerpo. La imagen que tenemos de nosotros –como veremos más adelante- es totalmente maleable, absolutamente susceptible a ser modificada. Puede mutar, puede absorber como propias cosas del entorno, puede negar que otras partes existan; en fin, que está totalmente abierta a dar y a recibir, a borrar y a dibujar.

Primero algo muy obvio, pero que vale la pena mencionar: la imagen que armamos de nosotros mismos claramente tiene que estar basada en mecanismos distintos a los que usamos para armar la imagen de los demás, esto es evidente por varias razones. Cuando armamos la imagen de otra persona nos basamos puramente en información visual (excepto, claro está, que sea tu pareja); en cambio al armar nuestra imagen tenemos un fuerte componente táctil y propioceptivo, aunque también un poco de feedback visual para algunas partes del cuerpo (no para la cara, que sólo la vemos frente a un espejo en momentos casi estáticos, sin gestos ni miradas).
Ejemplo: si cierro los ojos en este momento, ya no puedo ver la mano de la persona que tengo al lado, no puedo tener ni una mínima idea de cómo es; pero si apoyo mi mano sobre la mesa tendré una información táctil (el frío que sienta sobre la palma de mi mano) que me permitirá inferir los atributos de mi propia mano y podré tener una imagen de la misma (claro que sin colores, pero sí sabré el tamaño, la forma y la textura).
En resúmen, cuando nos sentimos a nosotros mismos estamos integrando información táctil y visual, mientras que cuando sentimos a los demás, generalmente sólo estamos frente a información visual (aunque evidentemente lo más lindo es cuando hay otros sentidos involucrados!).
Bueno, sentir que algo pertenece a nuestro cuerpo es sólo una cuestión de sincronía entre lo que vemos y lo que sentimos a nivel táctil. Sí, es así nomás, si vemos algo y simultáneamente lo sentimos (siempre que el patrón temporal sea complejo), entonces en nuestro cerebro se infiere que nos pertenece. Lo mismo pasa si hay sincronía entre dos estímulos táctiles.

Un experimento que pueden hacer hoy mismo en casa: nos sentamos frente a una mesa y apoyamos una mano de goma sobre la misma (se consigue en cualquier casa de cotillón). Nuestra mano queda también apoyada sobre la mesa (justo detrás de la mano de goma) pero tapada con algún cartón (es importantísimo que no se vea la mano real, sólo hay que mirar la de goma). Le pedimos a un amigo que golpee con algun lápiz nuestra mano y que A LA VEZ golpee la mano de goma. Después de unos segundos vamos a sentir como si el golpe viniese de la mano de goma (y no de la nuestra). O sea, internalizamos esa mano de goma, la hacemos nuestra, sólo porque la información visual es sincrónica con la táctil. Vemos que hay un lápiz golpeando sobre la mano de goma y en el mismo momento sentimos algo en la piel (tienen que ser muchos golpecitos, sin un ritmo regular y siempre a la vez). Aunque parezca ridículo pensar que esa mano de goma es nuestra mano, nuestro cerebro sí que le asigna la sensación a ella, porque esa sincronía no puede aparecer aleatoriamente, necesita una explicación.
Esa sincronía evidentemente es lo único que se necesita en este caso para internalizar un objeto como parte de nuestro cuerpo (de hecho parece que también funciona con cosas mucho más ridículas y lejanas que una mano de goma).
Bueno, ya se podrán imaginar los miles de experimentos que se pueden hacer al respecto (se puede cambiar el tamaño que percibimos de nuestro cuerpo modificando el tipo de golpe en la mano virtual respecto al de la mano real, la forma, todo). Yo me metí en simulaciones de realidad virtual para distorsionar la sensación de mi brazo, y les juro que es muy fuerte lo que se siente, realmente te cambia toda la percepción.

En palabras de ramachandran: “the mechanisms of perception are mainly involved in extracting statistical correlations from the world to create a model that is temporary useful”

Con estos y otro experimentos podríamos pensar que en el cerebro de un tenista la raqueta seguramente forme parte de su brazo, o lo mismo con un violinista y su violín. Así como incorporamos a nuestro cuerpo cosas externas, también podemos negar que ciertas partes del cuerpo existen (prometo para otro día estos experimentos, son geniales).

Otro ejemplo divertido es que si yo toco la nariz de otra persona (con los ojos cerrados) y SIMULTANEAMENTE me tocan a mi la nariz, voy a sentir que estoy tocando mi propia nariz con mis dedos, y si la persona estaba sentada a un metro…entonces paso a sentir mi nariz como algo muy grande! De nuevo: no puede ser coincidencia que justo cuando yo toco algo, lo sienta en mi propia nariz, así que debo ser yo el que me estoy tocando, y entonces –anque sea ridículo- la concluisión es que mi nariz mide un metro.
El cerebro entiende que estas sincronías no podrían ser obra del azar, así que busca sus explicaciones…por más raritas que sean…


Ahora, para terminar les hago una pregunta ¿no les recuerda todo esto a lo que hablábamos en otro artículo acerca del síndrome de Capgras? En el caso de la imagen del cuerpo, vemos que cuando dos estímulos pasan a ser sincrónicos, el cerebro busca explicaciones que, para la mente racional, pueden sonar absurdas (tengo una mano de goma, mi nariz mide un metro). Pero todo sea por explicar algo que muy difícilmente sea obra del azar.
Ahora bien, en el síndrome de capgras veíamos que, cuando algo que siempre fue sincrónico de golpe deja de serlo (la activación límbica y visual de la cara de un padre), ocurre que el cerebro busca también una explicación por más absurda que sea (mi papá es un alien). En este caso lo que no se toleró es la falta de una coherencia que había estado siempre.
Pensando en ambas situaciones vemos que la ruptura de una sincronía fuerte o la aparición de una sincronía inesperada generan las explicaciones más absurdas en nuestro cerebro. La estadística le gana a la razón.
Sincronías en la cabeza, vaya importancia. Una sinfonía así me recuerda a la visión del mundo que tenían los de la secta pitagórica: creían que los planetas, mientras se movían, generaban ondas musicales, y que todo el universo era una gran orquesta. Ya que estamos les recomiendo un libro exquisito "Zero: the biography of a dangerous idea".

Veamos algo del feedback visual asociado al dolor. Los pacientes que tienen amputado un brazo, muchas veces siguen sintiéndolo. A esto se le llama un “miembro fantasma”. El brazo no está, pero la sensación sí (en otro artículo podemos explicar porqué aparece esta sensación tan extraña). Aparte de la impresión de que el brazo está presente, estos pacientes también pueden sentir fuertes dolores o una intensa sensación de inmovilidad (sensaciones fantasma). Pero estos dolores son muy fáciles de engañar: desaparecen con sólo generarles a los pacientes la ilusión visual de que tienen un brazo y que se mueve como ellos quieren. Explico brevemente el sistema: se ponen unos espejos sobre una mesa, el paciente pone su mano real (la que no fue amputada) de un lado y del otro lado pone su mano fantasma (sí, la pueden colocar donde quieran, la sienten como si estuviese ahí). Ahora bien, en el lado donde tiene el brazo fantasma aparece reflejada la imagen especular de su brazo real (por la presencia del espejo), entonces el paciente está “viendo” su brazo fantasma.. Ahí es cuando se les pide a los pacientes que hagan movimientos sincrónicos entre su mano real y su mano fantasma (que muevan los brazos a la vez). Como el paciente efectivamente ve los movimientos sincrónicos en ambas manos, y esto es lo que su corteza promotora también está ordenando, desaparece el dolor, desaparece la incongruencia (para una determinda orden promotora, antes no aparecía el feedback visual que correspondía, ahora sí). Con el feedback visual se le hace cara al fantasma y desaparece el dolor. Es como las fábulas chinas: hay que enfrentarse al fantasma siempre, aunque en principio parezca paradójico, es la única manera de que desaparezca.
Así de fácil se engaña a nuestro cerebro. Así de poco real es el dolor. Así de poco real es todo.

Otro día les cuento unos experimentos que se hicieron con la percepción del cuerpo en las anoréxicas (con realidad virtual), otras cosas graciosas del fetichismo de los pies, la explicación de los miembros fantasmas, etc.
Aparte quería contarles sobre la relación entre la imaginación del futuro y la memoria del pasado (parece que se dan en la misma zona del cerebro).
- Demis Hassabis, Dharshan Kumaran, Seralynne D. Vann, and Eleanor A. MaguirePatients with hippocampal amnesia cannot imagine new experiencesPNAS 2007 104: 1726-1731;
- Karl K. Szpunar, Jason M. Watson, and Kathleen B. McDermottNeural substrates of envisioning the futurePNAS 2007 104: 642-647;

Y ojalá me acuerde cuando vuelva a Baires de escribirles sobre esos experimentos de Pavlov que alguna vez les mencioné. Están totalmente relacionados con esto de las incongruencias (en esos experimentos se ve que la falta de coherencia entre la asociación de dos estímulos provoca literalmente locura).
Recién estaba pensando en esa cosa tan divertida que ocurre con los niños cuando se tapan los ojos y creen que nadie los ve. ¿ocurrirá por algo relacionado al desarrollo de la imágen del cuerpo en nuestro cerebro?


Adeu, nos vemos en breve.